La verdad es que en este distrito melancolía ya ni encuentro una musa y sin ánimos de enfatizar ando en esas noches en las que el más casado con la soledad exige los papeles del divorcio. Ya ni confío en el ser más ser de cupido o ni sé si llamarlo el Rey Midas de la desgracia, hace 24 vueltas del reloj que ya ni tengo ganas de pensar , hoy desperté con dos pies izquierdos. Si este solo de silencio fuera comida, sería el paraíso de la gastronomía. Este caballero sin fines de lucro se va a su mundo, que no existe, pero es de lo mejor. Sale y vale día de vinilo.

Muchas veces solemos pensar que la felicidad es el mito más griego, un pensamiento hurtado de los días mas tristes que tenemos. Por supuesto, no conozco a nadie que no tenga días de invierno en primavera. Cuando pienso en esto, me doy cuenta porque Einstein prefirió hablar de átomos y quartz, y Newton de la gravedad, es que el tema del que hablo es más que una simple definición de diccionario, es algo que debo explicar o mejor dicho tratar de hacerlo.

Pensándolo un poco, la felicidad no es más que un chocolate, un caramelo de limón, el timbre que para suerte de todos finiquita la hora de física, las pupilas cargadas de ese pronombre personal que quieres, ingresar a la universidad, tu primer perro, sacar una sonrisa sin prestidigitación y todas esas cosas que si me dejé entender son tan simples pero que significan tanto para nosotros por alguna tonta o muy argumentada razón.

La felicidad es (tan simple como un pan con mantequilla) aquel minuto rebelde que para suerte nuestra quiso jugar a ser diferente, desafiando a esas dos manecillas del reloj tan cómplices del destino, tan reales como lo que valen.

Iré por un chocolate, gracias por leer :) - Jenso